Anticipatorio.
Llegamos a conclusiones y reaccionamos sin prestar la suficiente reflexión o
atención a los estándares de un buen juicio. “Me va a ir mal”, “Será horrible
que me vean temblar”, “El público estará allí para juzgar”
Estrecho de
miras. El pensamiento se llena de prejuicios, no consideramos otros puntos de
vista, evidencias en contra,
escenarios alternativos, opiniones más
imaginativas. “Todos me van a criticar”, “Soy mal músico”, “Ya estoy viejo”,
“No tengo el nivel adecuado para lo que estoy estudiando”
Vago. Las
ideas no son claras, diferenciadas o agudas. Todo es bastante confuso a la hora
de definir lo realmente importante. “No sé qué haría sin la música”, “Tengo una
relación amor-odio con mi instrumento”, “Realmente no sirvo para afinar”
Enmarañado.
El pensamiento es desorganizado, disperso, no se concreta. Se siente perdido en
el laberinto del análisis de la circunstancias. “Ya no disfruto la música, me
pongo a estudiar pero no me dan ganas, ¿seré mal músico?, ¿será el maestro/a,
seré yo, será la escuela, será mi familia?
Los factores
que condicionan los pensamientos del músico son las altas recompensas que
reciben los pensamientos reflejos y automáticos frente a un pensamiento más
profundo y objetivo, el sensible ego del intérprete y la complejidad del ser
humano.
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