En 2003
empecé a trabajar en la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de Veracruz, el
camión desde mi casa hacia la sala de ensayos hacía una hora. Me divertía tanto
que no podía creer que recibiera dinero por hacer algo que hasta pagaría por
tener la experiencia. Mi primer ensayo fue con la Obertura Tanhausser de Wagner
y el director maestro Luis Herrera de la Fuente (QEPD) nos pidió un seccional.
Pensé que
debíamos llegar más temprano pero se llevó a cabo al día siguiente en
horario habitual. De nuevo sentía que me estaban pagando por estudiar. Con la
beca que recibía pude comprar un mejor arco, pagar mis terapias, las de mi
pareja, mis medicinas y algunas comidas. Debido a que vivía con mis papás me
surgió la idea de ahorrar para comprar un coche. Estuve echando ojo y el que
más me gustaba era un modelo nuevo: El Matiz (que en ese entonces distribuía
Pontiac) era el coche de moda: diseñado en Italia, ensamblado en Corea por
Daewoo (siempre sentí que era un electrodoméstico) y distribuido en México.
Para su tiempo era el ejemplo perfecto de la globalización.
Empecé a
ahorrar más duro para conseguir mi objetivo de comprarlo al finalizar el año
pero no me alcanzó, quería hacerlo de contado pero vi lo duro que era llegar a
ello además de que a crédito no podía pues no tenía asegurado un trabajo para
2004.
En diciembre
de 2003 gané el VII concurso nacional de violín Hermilo Novelo y con el premio
ya me daba para pagar el enganche. Aun así no era responsable meterme a una
deuda sin tener la garantía de estar contratado. La OSJEV hacía audiciones cada
año. A manera de “presión” pedí hablar con el director para decirle que si por
haber ganado el concurso podía exentar la audición a lo que respondió con su
voz caballerosa “Joven maestro, si acabas de ganar un concurso nacional no
debería darte miedo audicionar”. Tuve que esperar hasta ganar de nuevo mi
lugar, firmar el convenio de la beca y fui con mi papá al concesionario a pagar
el enganche. Eso fue un verdadero ritual padre-hijo
En febrero de
2004 me entregaron el coche, ¡no lo podía creer, estaba hermoso!, de mi color
preferido y de mi tamaño. Tanto temía golpearlo que le pedí a mi papá lo sacara
de la agencia. Con mi nuevo coche hice y deshice: hacía 20 minutos a la
orquesta, llevaba a mi novia a todos lados, ya no me mojaba para llegar a los
conciertos y viajé a Orizaba millones de veces.
El matiz y yo
hemos pasado muchos años juntos y muchas experiencias. Recuerdo mi primer
choque, el segundo y para el tercero ya no me preocupé por cuidarlo. Cuando
entré a la OSX mis compañeros le pusieron varios sobrenombres: “la jabonera”
“el tigre” (por tantas rayas) y muchos otros. Por ser pequeño (tiene un motor
de 0.8) ahorra mucha gasolina. Hice muchas locuras, una vez cargué un tinaco en
la parte de arriba y por poco y se me cae. Paré el coche y llamé a un servicio
de flete. Antes de eso saqué una foto.
Este febrero 2020 el Matiz cumple 16 años conmigo y le organizaré una fiesta. Se aceptan regalos
como llantas, afinaciones, aceite, aromatizantes. También bailaré el vals y
transmitiré en vivo. Tendrá sus chambelanes.
Gracias a
todos los que han subido en el Gran Matiz (aludiendo al Gran Marquis)
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