jueves, 23 de enero de 2020

¿MAL ENSAYO BUEN CONCIERTO?

Hoy quiero compartirles una opinión acerca de un tema en común que tenemos todos los artistas que trabajamos en escena: el ensayo general. Por lo regular, el ensayo general es la última oportunidad que tienen tanto el director como los artistas (músicos, actores, bailarines, iluminación, tramoya, etc.) para parar y hacer ajustes. Hay algunos directores que aprovechan para pasar la obra de principio a fin con comentarios finales (o a veces sin comentarios) y hay otros directores que exprimen hasta el último segundo del ensayo. Creo que todo depende del tipo obra, los artistas, necesidades logísticas, tiempo, número de ensayos previos y condiciones acústicas. 
El citado dicho que se dice entre músicos es el siguiente: “Mal ensayo general buen concierto, y buen ensayo general mal concierto”. Con el tiempo vi que muchos compañeros directores y músicos están tan convencidos de este dicho que cuando el ensayo general estuvo bien se ponen muy nerviosos. Incluso yo lo creía en un principio. Como músico empecé a notar que la diferencia era la manera en que llegamos a la presentación, al ver que el ensayo general había sido “un desastre” (catastrofismo musical) los compañeros estaban más atentos y alertas en los pasajes que no habían salido. Al final el resultado era mejor y nos sentíamos contentos, como si saliéramos triunfantes de una adversidad. Por el contrario con un ensayo general bueno lo músicos bajaban la guardia y el resultado final hacía que se percibiera como una baja en el desempeño. Todo esto reforzaba la creencia y muchos músicos ya no sabían cómo tocar en un ensayo general.
Cuando fui estudiante conocí varias creencias supersticiosas acerca del ensayo previo a una presentación o examen. Comer plátanos para los nervios, dejar la suerte al destino, no tocar los pasajes completos, guardar la energía para darlo todo en la presentación o tomar alcohol para relajarse. Con mi formación de psicoterapeuta puedo darle otra lectura. Me parece que todo es cuestión de expectativas. Lo noté desde que presenté examen de admisión a la facultad. La primera vez tenía muchas ganas de entrar, soñé mucho con ser músico, mi familia estaba emocionada y sentía una presión (imaginaria, me doy cuenta hoy) de que debía quedar a como de lugar en la Universidad. Por desgracia no quedé en ese intento (me costó años definirlo así), lo vi como un evento catastrófico que hasta consideré dedicarme a otra cosa. Al año volví a presentar el mismo examen y a modo de broma toqué una pieza que en vez de mostrar algo “académico” me gustaba. Aunque si tenía expectativas de quedar (pues por algo me presenté) no eran las mismas del año pasado. En esta ocasión pasé el examen y empezó mi vida como músico.
En los 20 exámenes de instrumento de la carrera me di cuenta que los abordaba de manera distinta, a veces con mucha u otras con poca expectativa. Dependía en parte de cómo me había sentido en el semestre y cómo me sentía el día de la audición. Con el tiempo empecé a ver que mientras la expectativa en mi mente crecía la presión y por lo mismo la valoración del resultado. Cuando esperaba más percibía menos resultado y viceversa. Creo que la impresión que tenemos del resultado final tiene que ver con nuestras expectativas y la forma en la que tomamos en cuenta el contexto. 
Para mí el ensayo general es un momento para hacer ajustes mínimos. Después de todo ya hubo un proceso previo. Es un momento para ser tolerante a los errores y bajar las expectativas de perfección. Recuerdo cuántas veces el pasaje que ensayé con tanto detenimiento se me barrió el día del concierto y otros pasajes que no los estudié fluyeron mejor. Recuerdo como al señalar y repasar más un pasaje con la orquesta se forma una especie de “temor al pasaje” y realmente surge el efecto contrario que se pretende lograr. La música es única porque se reproduce en vivo. Ninguna otra versión será igual a la que estamos tocando en ese momento, con errores, aciertos, puntadas de creatividad y enseñanzas.
La valoración de mi trabajo no depende del concierto, si somos honestos lo que presentamos al público es a veces un 10% del tiempo total del proceso. Como artistas somos especialistas en detectar los errores en tiempo real y dejamos de ver lo bueno que tenemos. Esto es otro tema que desarrollaré más adelante. Por lo pronto creo que si el ensayo general es bueno o malo responde a las circunstancias del propio ensayo general y que es nuestra percepción de la realidad lo que hará que creamos que hay una co-relación inversamente proporcional entre un mal ensayo y buen concierto.
Gracias por leerme
Edu

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