“Presentarme
es una experiencia emocionante para nada estresante” Me siento seguro con lo
que preparé. Puedo manejar las situaciones que se presenten
“Me siento un
poquito nervioso por la presentación pero no hay nada que no pueda manejar” Sensación
similar a perder los lentes.
“¡Diablos! Ya
viene el recital” Como cuando pierdes las llaves cuando ya vas tarde para al
trabajo
“¿Por qué me
sucede esto a mí?” Empiezas a focalizarte en los errores y a mitificar pasajes
difíciles. “Seguro en esta parte me equivocaré, es muy difícil”
“¿Qué les
diré a todos?” La fantasía catastrófica empieza a vivirse de una manera más
real y se empieza a buscar posibles excusas.
“¿Cómo
diablos me voy a presentar?” Impera la zona de fantasía, vives pensando en la
próxima presentación y cómo librarte de ella. Aquí aparecen las pastillas.
“Esta
situación me sobrepasa” Te empiezas a sentir insuficiente, no sólo como músico
sino como persona. Llegas a pensar que elegiste una carrera incorrecta
“No puedo
soportarlo más” Consideras abandonar la música, pones un tiempo límite a tu
sufrimiento, en algunos casos empiezas a proyectar tu responsabilidad en el
maestro o la institución
“¿Puedo estar
aún peor?” Tus relaciones fuera de la música se empiezan a deteriorar. Si la
situación lleva más de seis meses es probable que caigas en depresión y hasta
pienses quitarte la vida.
“No sirvo para
esto” Se forma una creencia fuerte de que no puedes ser músico y nunca lo
serás. Te deprimes, odias todo lo que tenga que ver con la actividad musical.
En el mejor de los casos en este punto la gente acude a terapia.
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