Después de dirigir un
concierto el domingo en la noche en Champotón, trasladarme a Campeche, viajar a
Mérida, llegar a las tres de la mañana al aeropuerto y encontrarlo cerrado, llegué
a la ciudad de México el lunes a las ocho de la mañana. Tuvimos nuestra primera
clase de dirección con el maestro Diemecke en la Sala Carlos Chávez del
Complejo Cultural Universitario.
A la mañana siguiente salí con
tiempo ya que el traslado es de aproximadamente una hora, pensé que podía
estudiar en el trayecto y así lo hice. Primero al metro y luego al Metrobús. Venía
demasiado concentrado estudiando la obra que menos había preparado, subí al
vagón y por suerte a la siguiente parada se desocupó un lugar. Me senté e
inmediatamente abrí el score para seguir estudiando. Son como unas diez paradas
hasta donde tenía que bajar. Estaba tan nervioso por estudiar que de repente volteé
y ya estaba en la glorieta insurgentes ¡Había tomado el rumbo equivocado! De
inmediato bajé del vagón y para colmo en la salida donde hay un aspa giratoria
mi gabardina se quedó atorada y se rompió en dos. Tomé el taxi y avisé
inmediatamente en el grupo de whatsapp que iba tarde. Faltaban quince minutos
para empezar la clase y era yo el segundo de tandas de treinta minutos. La
coordinadora me dijo que habían tardado en empezar.
Para quien conoce el tráfico
de CDMX a las 10:00 am sabe que bajar de norte a sur por insurgentes es una moneda
al aire, a veces fluye a veces no. Ya no podía estudiar y estaba muy nervioso
respirando y controlando a mi crítico guía quien venía reclamándome. La fantasía
catastrófica sobre un regaño grupal se hacía más grande. Una vez que llegué al
complejo corrí y cuando llegué la coordinadora me dijo: “calma, todavía no
pasas”. Como de película llegué al salón y le estaban aplaudiendo al director
anterior lo que significó que pasé directamente a tomar la clase. Saludé al
maestro y empecé a hacer ejercicios de respiración. Para mi suerte el maestro
me pidió que dirigiera (con piano a cuatro manos) la obra que precisamente
venía estudiando. En la clase me fue muy bien porque traía fresco todo.
Al terminar les conté a mis
compañeros todo lo que me había pasado pero que gracias a que tomé la ruta equivocada
pude estudiar muy bien la obra que me pidió. En la tarde me tocó pasar a
dirigir esa misma pieza. El maestro nunca avisa qué vamos a dirigir para que
estudiemos todo y vayamos preparados para lo que sea. Antes de pasar estaba muy
nervioso pero como siempre me armé de valor y pasé. Dirigí media hora lo que es
un lujo para cualquier estudiante de dirección de orquesta, me encontré con
muchos conocidos y otros me saludaban diciendo que me siguen por las redes
sociales. Cuando me presenté dije “buenas tardes, un gusto estar aquí vamos a
ver la obertura trágica de Brahms”, el maestro me susurró: “di tu nombre”. Entonces
dije “Mi nombre es Eduardo y me da mucho gusto estar aquí con ustedes”. La
orquesta aplaudió.
Estar dirigiendo en la Sala
Neza es un sueño para mí, hace ocho años tenía mi segundo concierto como concertino
de la YOA, hoy Orquesta de las Américas. Estaba nervioso pero finalmente acabé
el concierto. Ahora vuelvo a estar nervioso, aunque he tocado varias veces en
el recinto nunca había dirigido.
Gracias a todos por
acompañarme, por sus palabras de aliento y reconocimiento. Es impresionante
para mí saber el número de personas que leen mis publicaciones y que no
necesariamente interactúan. Me asombro de conocerlas porque casi siempre tengo
en mente a los que likean o comentan las publicaciones pero en estas dos semanas
que he estado de gira en Tlaxcala, Puebla, Campeche y CDMX me han abordado
muchas personas a decirme que me siguen y que les gusta lo que escribo. Muchas
gracias por hacerlo, me motivan a seguir escribiendo y a seguir preparándome,
pero sobre todo a seguir siendo un humano que quiere seguir aprendiendo y
curándose a través de la música.
Con mucho cariño. Edu
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