jueves, 29 de abril de 2021

CÓMO NACIÓ Y SE FORJÓ MI AUTOEXIGENCIA



Las situaciones dolorosas que comparto evidentemente han sido trabajadas en terapia y puestas al servicio de las personas que me consultan. La finalidad de estas publicaciones como siempre es crear conciencia y hablar de lo más valioso que tengo: mi experiencia.

Mi familia se mudó a Xalapa cuando yo tenía 8 años. Mis papás tuvieron que endeudarse con el banco para pagar la casa y entonces la devaluación de 1994 hizo que el precio se triplicara. Mis papás trabajaban y viajaban toda la semana a trabajar. Mis tres hermanos mayores quedaban a cargo de la papelería y de mi hermano menor y yo.

Por mi parte yo iba a clases de música en las tardes y me tocaba cuidar a mi hermano.Yo tenía 9 y el 6 años. Tomábamos el camión en la avenida Xalapa hasta la Escuela Normal Veracruzana, de regreso hacíamos lo mismo. A esa edad se me hizo fácil pasar a casa de un vecino que tenía Nintendo a jugar por espacio de media hora y decirles a mis papás que no pasaba el camión. Un día mi papá se dio cuenta y nos castigó a ambos, tomó el cinturón y nos dio siete nalgadas a cada uno. Con dolor salimos corriendo llorando hasta el segundo piso de la casa (todavía cuando subo esas escaleras es inevitable acordarme). Las nalgas me ardían de dolor y no tuve más remedio que abrazar a mi hermano menor que también lloraba. Sentí una rabia tremenda y estuve a punto de llamar a la comisión de derechos humanos que estaba por la casa pero pensé que me podía ir peor. Tenía ganas de matar a mi padre por lo que nos hizo pero principalmente por abusar físicamente de mi hermano enfrente de mí, no hay peor castigo que lastimen a alguien que quieres y que internamente sepas que después te toca a ti. Tal vez ahí nació mi ansiedad, mi mayor momento de miedo escénico son los instantes anteriores. Hubo algo peor ese día, mi madre fue a vernos y en vez de consolarnos me dijo “ve a pedirle perdón a tu papá”. No te puedo describir por aquí el coraje que sentí cuando me dijo eso pero como buen niño con ganas del cariño de papá fui a hacerlo.

Esa noche fue una de las más duras para mí, por una parte odiaba a mi padre y por otra mi formación judeo-cristiana decía en el cuarto mandamiento: “honrarás a tu padre y a tu madre”. ¿Qué podía hacer un niño de 9 años si en este momento el hombre de 34 está sintiendo que sus músculos se contraen? ¿Qué hacer con ese odio que sentía genuinamente pero sin poderlo depositar en sus abusadores? Hacerlo contra el mismo. Esa noche me prometí: “Me convertiré en alguien perfecto, así mi papá ya no tendrá argumentos para volver a pegarme, seré el mejor en clase, tendré las mejores notas y así aseguraré el cariño y el respeto de ellos”. Había nacido mi autoexigencia.

La autoexigencia es una emoción que lleva culpa y la culpa lleva al castigo. Yo no podía enojarme con mis papás estaba prohibido por la religión que creía profesar. Entonces dirigí esa energía hacia mí. Me he lastimado desde entonces tratando de ser el mejor, exigiéndome cada día más, no sintiéndome suficiente, no descansando, estudiando sin parar.

El enojo que retroflecté para salvarme no se quedó ahí, lo pude guardar por un momento pero con los años se convirtió en bulimia. Comía mucho y me llenaba hasta saciarme y no me quedaba más que vomitar para seguir comiendo. Con el tiempo no podía dormir, tenía mucho reflujo y una vez casi me ahogo en la noche. A los 16 años empecé a despertar sin ganas de levantarme, estaba emocionalmente desconectado de mis papás y me empecé a refugiar en mis amigos, tal vez por eso la orfix tiene toda la atención que tiene de mi parte. Me di cuenta de que estaba deprimido porque sentía una desilusión y desesperanza de no poder continuar, además había reprobado los primero parciales de la Oficial B después de ser el mejor promedio de generación de la secundaria.

Llegué a terapia, mi terapeuta Araceli González con mucha sensibilidad me fue guiando hasta explicarme los procesos que he comentado. El retroflector se hace a uno mismo lo que no le puede hacer a los demás. Preferible lastimarse que lastimar a un ser querido. Cn la terapia pude salir de la depresión, dejar de vomitar y enfrentar a mi padre. Cuando lo hice me dijo que no se acordaba pero que lo disculpara. Fue suficiente, empecé a entender que ya había crecido y que no podía regresar el tiempo para que las cosas fueran diferentes sin embargo me di el regalo de poderme acercar emocionalmente a mi padre a los 18 años.

Las personas me preguntan si es necesario confrontar a la persona que te abusó. Yo les respondo que mientras el niño/a que fue abusado no tenga voz seguirá manifestándose con cualquier psicopatología o enfermedad. Es importante hacerle saber a quien lo hizo lo que hizo, los costos, lo que sentiste y algunas autores refieren que también puedes pedir una reparación a cambio. Lo que pedí fue más cercanía.

En la actualidad me llevo muy bien con mi papá, somos dos adultos. Ahora puedo ver que en su esfuerzo por mantener una familia de 5 hijos con una devaluación encima cometió errores. Es humano. También comprendí que a él le fue peor con mi abuelo y que finalmente lo hizo porque creyó que era lo más conveniente. Lo entiendo pero no lo justifico. Así es como piensa un adulto.

Gracias amigos por leerle, escribir esto y leer lo que me escriben por los comentario e inbox ha sido algo tan sanador para muchas personas que me motiv a seguir compartiendo estas experiencias.

La terapia está evolucionando y si lo que escribo ayuda a curarte o a darte cuenta por donde empezar estas líneas toman un sentido balsámico.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario