DEJARSE GUIAR
La primera
actividad se trataba de pasar una cueva en completa oscuridad para ir tocando
las texturas y percibir con todos los sentidos a excepción de la vista. El
lugar, preparado para recibir ríos de gente (había 3 caminos) estaba vacío y yo
era el primer visitante en pasar. Me recibió una señorita quien amablemente me
explicó de lo que se trataba. De inmediato vi los letreros que decían
“Absténgase de pasar su sufre ansiedad, taquicardia o tiene agorafobia” “Si le
ponen nervioso los trayectos largos sin ver favor de no entrar”. De tan sólo
ver los letreros me asusté, la verdad no tenía nada que demostrar a nadie y con
miedo me aventé a pasar. La chica que estaba allí me dijo que no me preocupara
que duraba como 20 minutos el recorrido y que había cámaras vigilando,
cualquier cosa yo sólo tenía que levantar las manos y de inmediato alguien iría
por mí. Entré, pasé los primeros dos metros y cuando estuve en completa
oscuridad me dio miedo continuar, regresé hasta ver la luz del sol y con pena
fui a donde la señorita “Me dio mucho miedo y mejor me regresé”. La señorita
con mucha calma y amabilidad me dijo “Se metió al trayecto más largo, intente
por el de la derecha, es más corto. Lo intenté por segunda vez y pasó lo mismo,
me dio miedo. Inmediatamente empezó mi crítico guía a hablar en la oscuridad
“Se supone que eres terapeuta, no deberías tener miedo de esto, entonces que
les enseñas a tus pacientes en terapia”. Con todo y esas voces regresé al
principio. Esta vez la chica me vio con más ternura como quien ve a un niño
asustado. Con calma me trataba de animar que no se sentía nada y yo estaba con
mi diálogo interno a todo lo que daba. Pensé que no estaba en un parque para
sufrir y entonces decidí regresar al principio del parque para pasar a la
segunda sección. La chica al ver que me iba tomó su walkie tokie y dijo “amigo,
tenemos un 17 (con risas) aquí en primera sección me apoyas porfa?” “Le he
llamado a alguien de apoyo para que pase con usted, él ya se sabe el camino y
usted sólo tiene que seguirlo, de esa manera no se perderá la oportunidad de la
experiencia”. Me puse contento y en mi curiosidad le pregunté que era un “17”,
me dijo que es la clave para “hombre”.
El chico llegó
y me llevó por el camino más largo y sólo lo tuve que tomar de hombros para
pasar el túnel. Me sentí automáticamente más seguro de que alguien me
acompañara e inmediato lo empecé a ver con la labor del terapeuta. Ir a terapia
es poner tu confianza en una persona que camino en el que estás atorado o te da
miedo entrar ¿El chico era mejor persona o más sano que yo?, no, sólo conocía
el camino porque era de los que llevaba trabajando allí desde que se inauguró
el parque.
Durante el
trayecto me dejé llevar lo que significa confianza y sobre todo nula necesidad
de demostrar que yo podía solo. ¿A quién le tenía que demostrar? A nadie, con
suerte a mi crítico guía que se calló al ver que pude pasar en compañía del
guía. Al final del túnel todavía faltaba media hora de recorrido en túneles,
cenotes y espectaculares vistas de la Riviera Maya.
Mi trabajo como
terapeuta de músicos es, básicamente lo mismo, he pasado por frustraciones,
recitales que he considerado un desastre, me han puesto calificaciones que no
creo justas, he perdido concursos, audiciones, he criticado sin cesar a
colegas, en ocasiones quise dejar la música porque no le encontraba sentido.
Llegué a la depresión y al psiquiatra. Sé en dónde está el/la paciente y hasta
donde lo/la quiero llevar, aun así sigo estudiando el camino en mi propia
terapia y supervisión.
Hay un dibujo
que no lo he vuelto a encontrar en internet sobre la labor del terapeuta que
describe a un náufrago recién llegado a una isla explicándole cómo se siente al
náufrago que lleva un poco de tiempo más allí. Juntos saldremos, te acompaño,
no soy mejor ni peor que tú, soy persona.
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