Desde que tenía
3 años estoy en el escenario. Mis papás eran directores de una academia
comercial por lo que había muchos eventos y graduaciones. Mi hermana mayor, que
era una fan de hueso colorado de Luis Miguel se le ocurrió hacer un show en el
que yo lo imitaba. Yo ensayaba con ella las letras, la coreografía, cómo
pasarme la mano en el pelo, la “patadita” para arriba, etc… Ella me vestía con
trajes y se encargaba de que estuviera lo más guapo posible. Yo lo hacía con
mucha naturalidad, estar en frente de personas y llamar su atención es algo que
fue muy promovido en mí desde niño.
A los 5 años
durante el kínder me empezaron a llamar la atención las niñas. Había una en
particular que me gustaba mucho, andábamos de aquí para allá y literalmente nos
rayábamos el cuaderno. Estuvimos muy juntos hasta que mi familia se mudó para
Xalapa. Estábamos en segundo de primaria y una compañera de clase me entregó
una carta donde ella decía que le gustaba mucho. Sentí que flotaba. Entonces
decidí responderle la carta y llevársela hasta su casa (imagínate, tenía 8
años) robé un pequeño collar que venía de regalo en una revista que le llegaba
mensualmente a mi mamá y toqué el timbre. Su mamá me hizo pasar al segundo piso
donde estaba ella “Recibí tu carta y te traje esto en respuesta”- Recuerdo su
mirada, estaba asustada, sólo me respondió “Yo no escribí nada”- Se la entregué
y me fui muy triste a mi casa. Ese valiente niño de 8 años se fue a su casa
derrotado, enojado con la persona que le entregó la carta e introyectó una
creencia muy fuerte “Soy feo, por eso no escribió la carta ella”…
La mayoría de
creencias fuertes que tenemos se quedan tatuadas en la infancia y si las
analizamos bien a veces no tienen sentido. No tenía argumentos para pensar que
yo era feo o que me estaba rechazando por eso, pero tenía 8 años y acostumbrado
a imitar al sex simbol de la época eso fue lo que introyecté.
Cambiar de
ciudad fue difícil, llegué a un grupo ya formado y tuve que aprender a
interactuar. Me gustaban muchas niñas pero no podía tener el valor de decirles
lo mucho que me gustaban. En cuarto y quinto hice muchas amigas, realmente no
podía dar ese paso y eso me frustraba. En sexto año cuando le iba a decir a una
niña que me gustaba literalmente se me cerró la garganta y no pude articular
una sola palabra. Era mi introyecto, mi miedo al rechazo presentándose
corporalmente.
En la
secundaria fue similar, tenía yo muchas amigas y muchas de ellas me gustaban.
Era muy difícil para mí vencer a esa voz que me decía: “eres feo”. Aun así
seguía yo percibiendo que algunas chicas mostraban interés en mí pero mi
introyecto era cada vez más fuerte. En tercero de secundaria una chica me dijo
que le gustaba, yo no lo podía creer porque era una de las que yo consideraba
más bonitas del salón, lo primero que le dije fue “no te burles de mí por
favor”. Al otro día pensando en que todas mis amigas me decían que sí era
cierto fui con ella y le dije que sí. Ella me respondió “Era broma”… Ese día
sin exagerar fue uno de los más fatales de mi vida, mi autoestima recibió un
golpe de inmensidades que no te podría explicar por aquí. Ese día tenía recital
en la Facultad de música, a pesar de que muchos de mis compañeros fueron yo
estaba triste, todavía tengo las fotos de ese día. Me retraje, me enojé y mi
introyecto negativo tomaba más fuerza.
Tal fue la
fuerza del introyecto que durante lo que quedó de la secundaria, la
preparatoria y la facultad nunca pude decirles a mis compañeras lo mucho que me
gustaban, me hubiera gustado ser su novio, aprender a tener una relación. Fue
entonces que desde ese dolor me volví seductor, tenía muchas amigas pero a
ninguna le podía confesar lo que sentía. Intenté hacerlo dos o tres veces más
pero para mí mala suerte siempre me decían “te quiero como amigo”. A los 16 y
17 años, con una autoestima tambaleante no tenía más remedio que creer que
efectivamente yo era feo.
El introyecto
negativo en los adolescentes puede ser fatal, desde la autolesión hasta el
suicidio. En mi caso no aprendí a invertir en mí. Heredaba la ropa de papá y no
me cuidaba, me empezaba a salir acné y empecé a sentirme como un mounstro. Las
parejas que tuve en esa época tomaron la iniciativa de decirme que les gustaba.
Llegué a
terapia por ansiedad y depresión, después de arreglar eso tocó trabajar el
introyecto de “soy feo”. Mi terapeuta luego de escuchar esta historia me dijo
que le explicara qué significaba “ser guapo”, yo le di una descripción hasta
que me di cuenta que estaba hablando de Luis Miguel, un tipo con rasgos finos,
famoso y que muchas mujeres se morían por él. Con mucho cariño mi terapeuta me
acompañó a ver el gran irrespeto que tenía conmigo mismo al compararme con otro
y sobre todo a verme como un producto de mercadotecnia. “Eres más que un sex
simbol Edu, cuéntame qué otras cosas eres” nos pusimos a chambear en la
autoestima y en el darme cuenta que sólo estaba viendo un aspecto del “ser
atractivo” que eran los rasgos físicos y la estatura. Con las sesiones empecé a
ver que el atractivo radica en muchas cosas y era importante verlas más en el
ser que en el hacer.
Es importante
que el paciente vea en el momento sus cualidades y eso hizo mi terapeuta,
descubrí que era valiente por estar en terapia, respetuoso con mis amigas,
sensible con ellas, honesto al estar trabajando un tema que me dolía, pro
activo, etc… Vimos muchos aspectos y una vez que reforzamos las llamadas
“varillas de acero” volteamos a ese aspecto físico por el que empezamos. Concluí
que era importante sentirse cómodo con lo que vestía, con mi peinado e invertir
en lo que me hacía sentir atractivo físicamente sin dejar de ver lo otro.
A mi vida llegó
una mujer con una autoestima tan alta que de un golpe destrozó mi introyecto,
por supuesto gracias al trabajo de terapia también. Empezamos a salir, la
invité a cenar a la casa, cociné un salmón en especias, pasta y vino.
Terminando la cena con pocos nervios y sabiendo que yo le gustaba le dije que
quería algo serio con ella y que me gustaba mucho. Eso fue el 11 de febrero de 2012.
Ahí nos volvimos novios y ahora estamos felizmente casados.
El introyecto
es un tema de vida que estará constantemente autoregulándote. Lo sigo
trabajando, sé que soy atractivo en tanto que soy suficiente como persona.
Tengo cualidades que a la gente le agrada de mí y he aprendido a invertir en
mí, gracias a este concepto decidí comenzar mi ortodoncia.
Gracias por
leerme amigos y amigas, la intención es compartir un poco del camino que he
recorrido para abrirme y motivar a que si te sientes feo o fea revises tu
historia de vida y cheques con quien te estás tratando de comparar. No te
faltes al respeto tratando de ser un maniquí. Eres alguien especial y en la
medida que aprendas a aceptarte serás más especial.
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