jueves, 29 de abril de 2021

CÓMO FORJAR LA IDEA DE QUE ERES ATRACTIVO/A

 



Desde que tenía 3 años estoy en el escenario. Mis papás eran directores de una academia comercial por lo que había muchos eventos y graduaciones. Mi hermana mayor, que era una fan de hueso colorado de Luis Miguel se le ocurrió hacer un show en el que yo lo imitaba. Yo ensayaba con ella las letras, la coreografía, cómo pasarme la mano en el pelo, la “patadita” para arriba, etc… Ella me vestía con trajes y se encargaba de que estuviera lo más guapo posible. Yo lo hacía con mucha naturalidad, estar en frente de personas y llamar su atención es algo que fue muy promovido en mí desde niño.

A los 5 años durante el kínder me empezaron a llamar la atención las niñas. Había una en particular que me gustaba mucho, andábamos de aquí para allá y literalmente nos rayábamos el cuaderno. Estuvimos muy juntos hasta que mi familia se mudó para Xalapa. Estábamos en segundo de primaria y una compañera de clase me entregó una carta donde ella decía que le gustaba mucho. Sentí que flotaba. Entonces decidí responderle la carta y llevársela hasta su casa (imagínate, tenía 8 años) robé un pequeño collar que venía de regalo en una revista que le llegaba mensualmente a mi mamá y toqué el timbre. Su mamá me hizo pasar al segundo piso donde estaba ella “Recibí tu carta y te traje esto en respuesta”- Recuerdo su mirada, estaba asustada, sólo me respondió “Yo no escribí nada”- Se la entregué y me fui muy triste a mi casa. Ese valiente niño de 8 años se fue a su casa derrotado, enojado con la persona que le entregó la carta e introyectó una creencia muy fuerte “Soy feo, por eso no escribió la carta ella”…

La mayoría de creencias fuertes que tenemos se quedan tatuadas en la infancia y si las analizamos bien a veces no tienen sentido. No tenía argumentos para pensar que yo era feo o que me estaba rechazando por eso, pero tenía 8 años y acostumbrado a imitar al sex simbol de la época eso fue lo que introyecté.

Cambiar de ciudad fue difícil, llegué a un grupo ya formado y tuve que aprender a interactuar. Me gustaban muchas niñas pero no podía tener el valor de decirles lo mucho que me gustaban. En cuarto y quinto hice muchas amigas, realmente no podía dar ese paso y eso me frustraba. En sexto año cuando le iba a decir a una niña que me gustaba literalmente se me cerró la garganta y no pude articular una sola palabra. Era mi introyecto, mi miedo al rechazo presentándose corporalmente.

En la secundaria fue similar, tenía yo muchas amigas y muchas de ellas me gustaban. Era muy difícil para mí vencer a esa voz que me decía: “eres feo”. Aun así seguía yo percibiendo que algunas chicas mostraban interés en mí pero mi introyecto era cada vez más fuerte. En tercero de secundaria una chica me dijo que le gustaba, yo no lo podía creer porque era una de las que yo consideraba más bonitas del salón, lo primero que le dije fue “no te burles de mí por favor”. Al otro día pensando en que todas mis amigas me decían que sí era cierto fui con ella y le dije que sí. Ella me respondió “Era broma”… Ese día sin exagerar fue uno de los más fatales de mi vida, mi autoestima recibió un golpe de inmensidades que no te podría explicar por aquí. Ese día tenía recital en la Facultad de música, a pesar de que muchos de mis compañeros fueron yo estaba triste, todavía tengo las fotos de ese día. Me retraje, me enojé y mi introyecto negativo tomaba más fuerza.

Tal fue la fuerza del introyecto que durante lo que quedó de la secundaria, la preparatoria y la facultad nunca pude decirles a mis compañeras lo mucho que me gustaban, me hubiera gustado ser su novio, aprender a tener una relación. Fue entonces que desde ese dolor me volví seductor, tenía muchas amigas pero a ninguna le podía confesar lo que sentía. Intenté hacerlo dos o tres veces más pero para mí mala suerte siempre me decían “te quiero como amigo”. A los 16 y 17 años, con una autoestima tambaleante no tenía más remedio que creer que efectivamente yo era feo.

El introyecto negativo en los adolescentes puede ser fatal, desde la autolesión hasta el suicidio. En mi caso no aprendí a invertir en mí. Heredaba la ropa de papá y no me cuidaba, me empezaba a salir acné y empecé a sentirme como un mounstro. Las parejas que tuve en esa época tomaron la iniciativa de decirme que les gustaba.

Llegué a terapia por ansiedad y depresión, después de arreglar eso tocó trabajar el introyecto de “soy feo”. Mi terapeuta luego de escuchar esta historia me dijo que le explicara qué significaba “ser guapo”, yo le di una descripción hasta que me di cuenta que estaba hablando de Luis Miguel, un tipo con rasgos finos, famoso y que muchas mujeres se morían por él. Con mucho cariño mi terapeuta me acompañó a ver el gran irrespeto que tenía conmigo mismo al compararme con otro y sobre todo a verme como un producto de mercadotecnia. “Eres más que un sex simbol Edu, cuéntame qué otras cosas eres” nos pusimos a chambear en la autoestima y en el darme cuenta que sólo estaba viendo un aspecto del “ser atractivo” que eran los rasgos físicos y la estatura. Con las sesiones empecé a ver que el atractivo radica en muchas cosas y era importante verlas más en el ser que en el hacer.

Es importante que el paciente vea en el momento sus cualidades y eso hizo mi terapeuta, descubrí que era valiente por estar en terapia, respetuoso con mis amigas, sensible con ellas, honesto al estar trabajando un tema que me dolía, pro activo, etc… Vimos muchos aspectos y una vez que reforzamos las llamadas “varillas de acero” volteamos a ese aspecto físico por el que empezamos. Concluí que era importante sentirse cómodo con lo que vestía, con mi peinado e invertir en lo que me hacía sentir atractivo físicamente sin dejar de ver lo otro.

A mi vida llegó una mujer con una autoestima tan alta que de un golpe destrozó mi introyecto, por supuesto gracias al trabajo de terapia también. Empezamos a salir, la invité a cenar a la casa, cociné un salmón en especias, pasta y vino. Terminando la cena con pocos nervios y sabiendo que yo le gustaba le dije que quería algo serio con ella y que me gustaba mucho. Eso fue el 11 de febrero de 2012. Ahí nos volvimos novios y ahora estamos felizmente casados.

El introyecto es un tema de vida que estará constantemente autoregulándote. Lo sigo trabajando, sé que soy atractivo en tanto que soy suficiente como persona. Tengo cualidades que a la gente le agrada de mí y he aprendido a invertir en mí, gracias a este concepto decidí comenzar mi ortodoncia.

Gracias por leerme amigos y amigas, la intención es compartir un poco del camino que he recorrido para abrirme y motivar a que si te sientes feo o fea revises tu historia de vida y cheques con quien te estás tratando de comparar. No te faltes al respeto tratando de ser un maniquí. Eres alguien especial y en la medida que aprendas a aceptarte serás más especial.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario