sábado, 4 de abril de 2020

LOS COSTOS DE GANAR UN CONCURSO


En Julio de 2003 hice mi examen de cambio de ciclo de preparatorio a profesional. Debido a una enfermedad de mi maestro Ryzard Zeringer decidí cambiarme con el maestro Ernesto Tarragó quien después de escucharme en el examen me aceptó como alumno. En las vacaciones de verano recibí una llamada por
teléfono del maestro quien solo me había dado material pero no habíamos tenido clase aún “Eduardo, ¿te gustaría participar en el concurso Hermilo Novelo en diciembre en la UNAM?, tendríamos que cambiar el material pero creo que lo podemos preparar” Emocionado y nervioso contesté que sí. A la siguiente clase hicimos un plan para tener 3 recitales antes del concurso y cómo lo prepararíamos. En ese tiempo estaba yo en la Sinfónica Juvenil del Estado de Veracruz y me tomaba 45 minutos irme en camión de la casa de mis papás hasta el ISMEV.
Mi plan fue así, despertarme todas las mañanas (incluyendo domingos), estudiar de 7 a 8, irme caminando a la parada, comprarme un yogurt de a litro en la tienda que quedaba de paso, tomar el bus a las 8:15, llegar al ISMEV a las 9, pedir cubículo, para estudiar hasta antes de que empezara el ensayo a las 10, ensayar con la OSJEV de 10 a 13, subir a estudiar de 13 a 15 otras dos horas y después irme a la facultad de música a las clases de la tarde. Teníamos clases y recitales de prueba prácticamente todos los fines de semana del mes anterior al concurso.
El proceso fue desgastante en todos los sentidos. Subí de peso (cuando llegué al concurso estaba en 80 kilos), no me relacionaba prácticamente con nadie de la orquesta o de la escuela, un día antes de viajar a CDMX me tronaba el húmero por lo que fui al “huesero” a que me lo acomodara y me empezó a salir más acné. Para el proceso del concurso tengo un libro que escribí meses después que lo compartiré posteriormente, ahora me quiero centrar en los costos psicológicos del concurso.
La noche anterior a la final me enfermé de gripa, tuve pesadillas, no dormí, tenía la tensión alta, toqué la final con muchos nervios y al final el resultado fue que gané.
Contento regresé a Xalapa y muchos me felicitaron. Hubo una ceremonia de premiación especial en el auditorio de la facultad de música y tuve mucho reconocimiento. Mi maestro organizó tres recitales más, incluido uno en la premiación. Mi psique adolescente pensó que yo cargaba con un título de boxeo, es decir, en cada presentación me lo jugaba y tenía que “demostrar” que yo era merecedor de él. Esto lastimó seriamente mis relaciones personales. Empecé a creerme superior a los demás, creí tener cierto estatus y mi ansiedad escénica estaba por hacer su gran aparición. Ahora recapitulando no es raro que un año después estuviera yendo a mi primera consulta de psicoterapia por ansiedad y depresión.
El concurso no fue lo malo, de hecho me trajo muchas cosas buenas, hasta una beca completa para estudiar en la Christian Texas University que nunca tomé. Tenía 19 años y estaba embobado con entrar a la Sinfónica de Xalapa, hice dos audiciones y no quedé lo que también hizo que me cuestionara qué significaba ese papel de primer lugar.
Las consecuencias psicológicas de un mal acompañamiento en el proceso de concursar y en su efecto ganar o perder un concurso o audición son inmensas. Todavía las sigo trabajando en terapia. Me di cuenta que puse mucho de mi valía en ese papel y en un título de mejor violinista de México menor de 19 años que sólo existía en mi cabeza. El resultado de un concurso no define quién eres como persona. Es un momento de evaluación en que un jurado da su percepción en consecuencia a una comparación. Mauricio Weintraub cuánto me hacías falta! Sin embargo gracias a ese sufrimiento te encontré y lo celebro.
La mayoría de mis publicaciones vienen desde mi sufrimiento interno como músico y de darme cuenta de cómo he lastimado a las personas que me rodean desde el mismo sufrimiento. La razón por la que empecé a estudiar psicoterapia fue por querer encontrarle sentido a ese sufrimiento. Ahora acompaño a colegas a resignificar ese sufrimiento y a hacerlo divino (sacrificio, sacro+facere= hacerlo divino).
Gracias a mi sufrimiento soy quien soy, un humano que hace música y terapia. Un músico con miedo escénico que ha descubierto en él la voz de su autenticidad que se hace presente cada vez que mi neurosis me controla. Bendito miedo escénico, nunca te vayas, me ayudas a ser humano y auto regularme.

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