domingo, 21 de julio de 2019

LA HORA DEL RECESO


A lo largo de los seis años de primaria había un ritual muy significativo entre mis compañeros: salir a jugar futbol, se nombraban los “capitanes” (que casi siempre eran los que mejor jugaban) e iban escogiendo intermitentemente a cada miembro de su equipo empezando por los que se conocían lo hacían bien hasta lo menos habilidosos. Yo siempre era de los últimos en elegirse pero siendo honesto lo que me importaba era jugar. Lo que más me encantaba de esta actividad era el “gol gana” es decir, no importaba quien metiera más goles lo importante era jugar.
El verbo “to play” al igual que en francés y alemán traduce jugar pero al mismo tiempo interpretar un instrumento ¿Casualidad? No, porque aprendemos la música jugando y es algo que vamos perdiendo poco a poco centrándonos en los goles y no en el proceso del juego.
Cuando llegué a la secundaria se llevaba a cabo el mismo ritual pero con mucha más competencia debido a las hormonas. Las clases de educación física eran mandar a las niñas a la cancha de vóley y a los hombres a la de futbol. Los y las que no querían jugar se quedaban en las gradas platicando.
En segundo año de secundaria se organizó un “mundialito” debido a que se celebraba el mundial de 1998 en Francia, lo recuerdo muy bien porque en el sorteo nos tocó Brasil, que en ese tiempo sí que daba miedo. Desafortunadamente los equipos eran de once pero había más gente interesada. Con mucha emoción mandamos a hacer los uniformes, le pagamos a un amigo para que su papá los fuera a diseñar y participamos. La verdad es que solamente jugué un par de minutos pues el capitán no creía la presencia de varios de la banca necesaria y casi que nos metió por puro compromiso. Fuimos varios los que nos quedamos con ganas de jugar más.
Al año siguiente se organizó un torneo de grupos de la secundaria pero esta vez los que jugábamos “menos” no nos queríamos quedar fuera así que nos organizamos y fuimos el único grupo que tenía dos equipos. Lo más chistoso fue que por sorteo nos tocó jugar entre nosotros y ese partido fue increíble porque era 3ro “C” contra 3ro “C”. Las chicas que regularmente iban a animar al equipo la pasaron muy bien porque sólo tenían que gritar “vamos 3ro c”.
Nos metieron una goleada debido a que un equipo tenía a los más diestros en el juego y nosotros éramos… lo que éramos, teníamos muchas ganas de jugar y defendimos “nuestro honor”. Muchas chicas le echaban porras a los chicos que le interesaban, había uno en particular que le dedicaba sus goles a una chica de la porra.
No me acuerdo del resultado pero me acuerdo de todo esto que escribo en lo cual me gustaría resaltar primero el enfoque en el proceso de jugar y no en el resultado Es evidente que la carrera nos pide resultados para poder estar en ella, pero la carrera no es la vida. La vida es mucho más simple y compleja de llegar a entender en simplicidad. A veces lo único que tienes es que ser y estar más que hacer. Con hacer estás en la carrera con ser estás en la vida. Si haces mucho puedes convertirte en máquina si eres muy te puedes convertir en humano.

Gracias por leerme, gracias compañeros de la secundaria por regalarme este momento. Edu


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